Y sin darme cuenta me fui perdiendo a mi misma, por querer complacer a todos, tal vez para sentirme importante, o necesaria, o suficiente… Poco a poco dejé de escucharme a mi misma, dejé de prestar atención, a esas señales que mi cuerpo me enviaba para decirme que algo no andaba bien… Esas señales se traducían en ansiedad, contracturas en el cuello, dolor de espalda, de cabeza, falta de sueño, malhumor y hasta la perdida de mi sonrisa…

Dejé de brillar como persona, y me desconecté de mi propia escencia. Fué una época donde de alguna manera tenía de todo, pero algo faltaba y no me sentía feliz… El perder mi sonrisa, no fue suficiente, seguí exigiéndome y queriendo cumplir con todo y con todos poniéndome máscaras simulando que todo estaba bien… Dejé de ser yo! Tuve que llegar al extremo de un día sentir un horrible sentimiento de angustia, que nunca había sentido antes, o mejor dicho, nunca me había permitido mostrar, para decir “BASTA”… Fue ahí donde después de mucho tiempo volví a ser honesta conmigo y comencé a enfrentar mi realidad… SIN MÁSCARAS.

Era momento de dejar de presionarme a mi misma, dejar de cumplir estándares aprendidos, dejar de querer controlar, dejar el perfeccionismo, soltar las críticas que otros me hacían y las que me hacía yo misma, para tomar las riendas de mi vida…

Era momento de ser Real, recuperar esa plenitud que siempre vivió dentro de mi. Me conecté con mi sentido de vida, con mi pasión, con mis dones y mi alegría. Comencé a desbloquear mi potencial para convertirme en la protagonista de mi propia vida y de cómo quería vivirla…